martes, 17 de julio de 2007

LA ACRACIA



Al cumplirse seis años de su muerte, en su Holanda natal , de un extraordinario hombre llamado Alxel Gers Hofmans, persona con la que compartí allá en mis años mozos (1971) momentos estelares que impregnaron en mi corazón recuerdos indescriptibles de la filosofía ácrata.
El aniversario de su fallecimiento me ha producido recuerdos de dolor, y és que escribe tiene el privilegio de despertar mis sentimientos y admiración por ser un gran humanista, que concibió al socialismo libertario como la base socio-económica de la igualdad, entendiendo la filosofía anarquista como el instrumento emancipador de todas las necesidades sociales, diferenciándola del liberalismo y del socialismo por su manera de aplicar el progreso social. Planteaba que la aportación del anarquismo a la doctrina político-social siempre se ha basado en el derecho humano a la libertad y a la igualdad sin más restricciones que las emanadas de la propia naturaleza y la lógica, considerando el progreso de manera diferente, viendo la historia no como un desarrollo lineal, sino como un proceso evolutivo, dualístico y natural.
Su muerte me llegó como a los cisnes del Eurota, que por no tener antes una visión de futuro y poder gritar armoniosamente como lo hacían las pitonisas de Delfo, morían en silencios y en los olvidos. Fue Alxel una persona que supo interpretar los sentires de todos los que perdieron la guerra, luchó y lloró junto a las víctimas de las atrocidades y supo dar cobijo y esperanza a tantísimos componentes del éxodo; recorriendo los campos de batalla ¿gritando abajo las tiranías...!
En sus innumerables y ponderadas reflexiones siempre se definía «Soy un desentonado social, porque me parezco a Fidias y a Homero, pero mi cadáver como los de ellos: despedirá un suave perfume del hombre honrado». ¿Será ésta la causa por los que somos minoritarios los que nos acordamos de estos luchadores por la justicia social y la libertad? Todos somos responsables de haber enterrado en los silencios del olvido a personas como Alxel. Allí en su tumba no habrá flores naturales, ni se oirán los cantos de los pájaros por miedo a ser castigados por cantarle a un hombre honrado. ¿Cuándo se levantarán en los amplios desiertos de la humanidad, refugios sin templos y altares donde interpretar el amor, la solidaridad y la ternura para que sirvan de cobijo al sereno olvido de los vencidos por la vida!
Que no se olvide jamás, que Alxel Gers, fue algo más que un hombre honrado, porque le tocó subir uno a uno los peldaños del sufrimiento, y para acentuar más su tragedia en aquella España de las tinieblas y de la derrota, la muerte abrió sus cauces y se «tragó» lo único que le quedaba, su compañera Elly.Sirva la presente como reconocimiento póstumo para el hombre que supo encender antorchas de luz con la finalidad de ir conquistando parcelas de justicia social y horizontes de libertades.
Francisco Flores Prieto